200 años de electromagnetismo. Así empezó todo.
Es interesante recordar de dónde venimos profesionalmente de vez en cuando. El 21 de abril se cumplen 200 años desde que el danés Hans Christian Oersted descubrió y demostró las fuerzas electromagnéticas. Hagamos memoria del genial descubrimiento que fue el punto de partida para la revolución eléctrica.
Hans Christian Oersted nació en 1777 en Rudkobing (Dinamarca). Educado inicialmente en casa por su padre, que era farmacéutico, pronto mostró interés por la ciencia graduándose posteriormente en Física, Filosofía y Farmacia en la Universidad de Copenhague.
En muchos textos encontramos el descubrimiento del electromagnetismo como un cisne negro, un fruto de la casualidad, a buen seguro fue una combinación del interés científico con una dosis de azar. Oersted ya venía interesándose por la conexión posible entre la electricidad y el magnetismo teniendo contacto con otros científicos alemanes y franceses en sus viajes por Europa. Digamos que buscaba “algo” y lo encontró fruto de su perseveración, conocimientos y la suerte que sonríe a los grandes..
El 21 de abril de 1820, y mientras preparaba un experimento con una pila voltaica de unos 15 o 20 voltios, observa como al conectar el circuito se desorienta una brújula cercana al mismo. Es decir, la corriente eléctrica ejerce una fuerza sobre la aguja de la brújula. Es de imaginar que aquella mesa de ensayos no estaría idealmente ordenada mientras preparaba su experimento y ¡eureka! Todo un zasca a los maniáticos del orden.
Oersted también demuestra el efecto con otros conductores y que la desviación de la brújula cambia de sentido con el cambio de polaridad en el circuito. Asimismo, comprueba que esa fuerza se produce aunque se interpongan otros materiales, como madera o vidrio, entre el conductor y la brújula.
El paso de la corriente genera un campo magnético que cambia la orientación de la brújula
Muchos científicos se interesaron por el extraordinario descubrimiento, seguramente sin imaginar todavía su enorme potencial. El francés Ampère, sí, la persona que da nombre a la unidad de intensidad de corriente, pudo expresar matemáticamente la relación entre la corriente eléctrica y el campo magnético que esta crea a su alrededor.
Michael Faraday (y Joseph Henry en la lejanía y posteriormente) demostró más tarde el efecto contrario, con un campo magnético variable se puede generar corriente eléctrica.
Y Nikola Tesla (y Galileo Ferraris) supo dar aplicación práctica a los descubrimientos de sus antecesores consiguiendo que la electricidad pudiera llegar a todos.
Hoy en día, 200 años después, sabemos que la genial aportación de Oersted, esa conexión entre la electricidad y el magnetismo, ha sido uno de los hitos de la historia de la electricidad, responsable de la labor que desempeñamos y de la evolución de la sociedad. Motores eléctricos, alternadores, transformadores, ferrocarriles, dispositivos de almacenamiento digital, equipos de comunicación inalámbrica y muchas otras máquinas han sido posibles gracias al descubrimiento del electromagnetismo.
A Oersted también le debemos el honor de ser el primero en conseguir aislar y obtener un metal muy empleado en los cables eléctricos, el aluminio en 1825.
Lisardo Recio
Product Manager
Prysmian Group
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